Por Matias Zouvi
El pasado domingo en Rocamora se vivió un episodio lamentable, de esos que nos hacer pensar si verdaderamente los adultos estamos haciendo bien las cosas. Jugaban la categoría 2006 de Huracán-Guaraní, cuando un padre del local que fue identificado, comenzó a pedir a los chicos que vayan a pegar y romper al rival.
La decisión del árbitro fue advertir primero al entrenador del Globo, pero como los gritos no cesaban e incluso se habían sumado algunos padres franjeados y el ambiente no era el ideal para disputar un partido de fútbol infantil, Lucas Suarez, decidió suspender el encuentro y dejarlo en manos del Tribunal de Disciplina.
Este no fue el primer episodio de tal magnitud, y si bien no son todos los padres, se vive a diario en los partidos de los más chicos. Insultos, gritos o agresiones sacan de contexto lo que debería ser un divertimento de niños de 13 años y que a su vez ejercen una presión que en algunos provocó trastornos.
Es un tema al que vengo siguiendo hace más de tres años y que sirvió para hacer un análisis en profundidad en mi tesis de licenciatura de Comunicación Social “El Entramado del Fútbol Infantil Posadeño: ¿Diversión o Violencia?”
En aquel trabajo dialogamos con entrenadores, psicólogos, niños y padres. Si bien fueron muchas opiniones, hubo una que sorprendió: la de Gerardo Salorio. Muchos no lo conocerán, pero fue Preparador Físico de la Selección Argentina Sub-20 durante mucho tiempo y en su palmarés obtuvo cinco mundiales de la categoría.
En una entrevista, muy molesto con los padres nos dijo “Ellos ya gastaron su vida y ahora gastan otra más, la de sus hijos. Son los únicos que gastan dos. Todo lo que ellos no lograron a lo largo de su vida quieren que lo logren los hijos”. Una frase para pensar y de alguien con conocimientos del tema.
Mucho se habló a lo largo de la semana si se le podría aplicar derecho de admisión a algunos padres, algo que en mi parecer es una locura, no son barrabravas sino personas que se exaltan al ver a sus hijos. Estamos de acuerdo que debemos encontrar una solución al problema, porque los niños no tienen por qué pagar los platos rotos por actitudes de los adultos.
En Huracán-Guaraní categoría 2006, ambos fueron descalificados del torneo. Al ponernos en el lugar de los niños imaginamos que ellos solo quieren entrar a una cancha a divertirse y por un momento olvidarse del mundo, algo imposible por estos días, por actitudes infantiles de quienes debemos dar el ejemplo, los adultos.
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